Es rubia y hermosa. Cuando se relaja sobre el sofá cruza las piernas como para hipnotizar hasta al más abstraído. Mira a los ojos a su terapeuta y le clava las palabras como dagas: "si hay algo que dije acá, sin indirectas, es que te amo. Que te deseo".
La pantalla podría encenderse, hundirse en el fuego de la mera palabra que prescinde del contacto físico. Pero no. El televisor se vuelve un agujero negro y el capítulo termina justo ahí, con la audiencia en llamas.
La tensión, la identificación y el imán que engancharon a muchos televidentes el año pasado en la serie "En Terapia" están a horas de repetirse (mañana, a las 22, por Canal 7).
La segunda temporada de la serie que nació en Israel y luego fue adaptada en otros países comenzará mañana en Argentina, con algunas novedades.
Guillermo Montes (Diego Peretti) deberá afrontar una grave crisis personal; se divorcia de su mujer y se instala en un nuevo departamento en el que también establecerá su consultorio.
Allí llegarán nuevos pacientes: Juliana (Carla Peterson), una abogada de 41 años obsesionada con ser madre en el preciso momento en que eso parece volverse imposible; Valentina (Luisana Lopilato), una estudiante de arquitectura que acaba de ser diagnosticada de cáncer linfático y José (Roberto Carnaghi), un empresario a punto de ser despedido que cree que su vida perdió sentido.
También volverán a la terapia la ex pareja de Ana y Martín (Dolores Fonzi y Leo Sbaraglia) a quienes se sumará su hijo Maxi (Gonzalo Slipak) un niño con sobrepeso cuyo carácter esquivo desespera a los padres.
"¿Y el café?"
Aunque una segunda parte genera expectativas, la calidad de la serie ya está probada. Y también están garantizadas las repercusiones, tal como generó en 2012, sobre todo entre terapeutas.
Al menos tres profesionales consultados por LA GACETA confirmaron que vieron la ficción y que escucharon a algunos de sus pacientes referirse a ella durante las sesiones.
"Por supuesto que, con tanta difusión, el programa los hace hablar: '¿por qué no me explica nada, como lo hace Peretti?'; '¿Por qué no me sirve café, como Peretti?'; '¡Peretti es mucho más simpático que usted!", reprodujo la psicoanalista María Elena Elmiger.Otra fue la experiencia de Carmina Varela: "muchos me preguntaron si la estaba siguiendo y qué me parecía. Sin embargo, dado que mi enfoque desde la terapia gestáltica es muy diferente a lo que se ve en la serie, ellos podían percibir el contraste".
El psicoanalista Miguel López explicó que los pacientes suelen llevar a las sesiones tanto aquello que los aqueja como sus prácticas de goce. "En ese punto, entran productos de TV de cierta masificación, desde los programas de Tinelli, pasando por los partidos de fútbol, hasta llegar a éxitos como 'En Terapia'. Temas como el enamoramiento del analista, un intento de suicidio o los trastornos alimentarios van a impactar con mayor énfasis en aquellos sujetos en donde estas cuestiones los remitan a su singularidad", explicó López, que además es docente en las Facultades de Psicología y de Filosofía y Letras.
Pros y contras
¿Cómo ha impactado el programa entre los profesionales? López pidió que se distinga entre lo que la tira les provoca como meros espectadores y lo que les genera como profesionales "psi". "En tanto televidente, me pareció un producto seriamente elaborado y con actores a la altura de las circunstancias. Como practicante del psicoanálisis (de orientación lacaniana) me parece que la serie tiene a favor que logra transmitir la idea de que los padecimientos subjetivos, el sufrimiento cotidiano al que la época actual nos empuja, pueden tratarse y resolverse en un escenario terapéutico. Esto va a contramano de los tiempos que corren, cuando lo que se promueve es la autoayuda, la salida por uno mismo, lo rápido y lo efímero, hasta llegar a la autoadministración de fármacos".
El psicoanalista también mencionó puntos en contra de "En Terapia". "No resultó de mi agrado la banalización con la que se trataron temas serios, como pueden ser los fenómenos transferenciales y contratransferenciales, es decir, el enamoramiento de una paciente de su analista, y lo que los planteos de ella despiertan en él. Es un desacierto que, en el intento de dar cuenta de un analista humano en sus afectos, se caiga en reduccionismos que no expresan los modos habituales con los que un analista serio resuelve esos fenómenos".
Con esto último coincidió Elmiger. "En la serie, tanto el terapeuta como la supervisora, que encarna Norma Aleandro, dan explicaciones, adivinan lo que le pasa al sujeto, se enojan ¡y hasta se enamoran de los pacientes! Todo eso es lo que un analista nunca debe hacer. Los analistas escuchamos y tratamos de que nuestros pacientes se escuchen. Para eso una pregunta, un juego de palabras, una interjección o una risa valen mucho más que una explicación". Según Varela, lo positivo del ciclo es que puso sobre el tapete el lado humano del terapeuta, "que a veces parece invisible". "Entre los colegas abrió un espacio para reflexionar sobre la práctica, la relación terapéutica, y cómo influyen las cuestiones personales en nuestra tarea. También llevó a un debate sobre los límites, la importancia de la supervisión y la ética profesional, es decir, qué está permitido y qué no para ayudar a un paciente. El peligro es que las personas se crean los estereotipos que muestra la serie como ciertos, o que crean que el mundo de la psicoterapia es como se ve en la tele".
PRIMER CAPÍTULO • Mañana, a las 22, por la Televisión Pública (Canal 7).